Esta frase de Albert Einstein, a casi un siglo de distancia, enmarca lo que tendría que hacer reflexionar la conducta del ser humano en el presente para tener una mejor vida.

Estamos arrancando un nuevo año después de dos de pandemia y las cosas parecen, por momentos, que no necesariamente van a ser mejores. Con más variantes del virus rodeadas de mitos urbanos, desesperación, ansiedad, hartazgo y fastidio por un encierro y limitaciones que han excedido cualquier expectativa.

Si somos analíticos y críticos, el posible inicio de la pandemia sea cual fuere, tiene que ver con un daño a la naturaleza. Ya sea por el supuesto consumo de un “rico consomé de murciélago” o por experimentos genéticos y ambos a estas alturas ya no importan pues el daño está hecho pero también el mensaje está dado.

A pesar de que la pandemia ha traído muchas cosas negativas, también ha sacado lo mejor de muchas personas y ha sido una gran oportunidad de reflexión. Para mi, lo más importante es revalorar que somos parte de la naturaleza, que somos uno con ella y en ella, que en el momento en que desde la soberbia nos miramos como superiores y apartados de ella es que cometemos las más grandes atrocidades consumistas de las que no somos conscientes hasta que somos “víctimas” de nuestras propias causas. 

Hay una “ecuación” muy básica y muy sencilla: A MENOR naturaleza MAYOR pobreza. Y basta ver cómo es que el esplendor de la cultura maya se tornó en decadencia en el momento en que sus grandes ciudades acabaron con los recursos naturales.

Es momento de hacer un alto en el camino. De ser más rigurosos con nosotros mismos, es tiempo de cuestionarnos y de no tener miedo a la verdad. Se podrá engañar a los votantes pero no al planeta Tierra.

Hago votos por un 2022 que recapitule todas las enseñanzas de sus dos años antecesores esperando que un rayo de sabiduría ilumine el paso de la humanidad. Porque todos estamos, al final del día, en la misma casa.

¡Salud, por un feliz 2022 lleno de vida!