Personas valiosas y valientes, Los Voladores de Cuetzalan
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Hace unas semanas salí de la CDMX rumbo a la sierra de Puebla, específicamente al mágico CUETZALAN y a la exuberante población de JONOTLA (como a 40 min de distancia uno del otro), con la intención de pasar un fin de semana cerca de la naturaleza y descansar al tiempo que tomaba fotos, hacía videos y le sacaba jugo a la nueva adquisición para enriquecer las historias nuevas: Un DRON.
Después de un largo día de caminar entre helechos arborescentes, entrar a cuevas, nadar en pozas de agua cristalina y observar los milagros de la naturaleza decidimos ir a cenar al centro del CUETZALAN.
Era una noche clara, no había nubes, el clima estaba súper templado tendiendo a cálido, por lo que dije “¿por qué no?”, y decidí volar el DRON para hacer unas tomas interesantes del pueblo de noche. Todo iba de maravilla, la cámara captaba con muy buen detalle los contrastes de la iluminación del pueblo y los edificios, hasta que… se me atravesó una palmera.
Sí, dado que iba haciendo una toma con un vuelo lateral del dron, jamás me percaté que lo estaba dirigiendo justo al centro de la palmera, hasta que -como se aprecia en el video- ya era demasiado tarde y el dron se enredó en las ramas.
Mi angustia fue enorme al pensar que la inversión y el ahorro de varios meses se podía quedar perdido para siempre. No obstante lo anterior y pareciendo castigo de Tláloc, de la nada el cielo empezó a tronar y se soltó una tremenda tormenta que me obligó a buscar refugio en el kiosco central.
Estando ahí se me acerca un señor comentándome que fue testigo de todo lo que pasó, por lo que al ver mi cara blanca casi transparente me ofreció ayuda. Me dijo que tenía un amigo que era de los “voladores” del pueblo y que seguro se prestaría a subir a la palmera, por lo que procedió a hacer una llamada, colgó y me dijo que la persona llegaría en 10 minutos, mismos que a mi se me hicieron eternos. Más con la lluvia y los rayos que no ayudaban nada en mi tranquilidad al saber que el dron además estaba llenándose de agua.
Llegaron Tino (Constantino) y su hijo Fernando, platiqué con ellos, les narré lo sucedido y de inmediato Tino se movió con algunos conocidos llevando cuerdas y escaleras. Así, con la tormenta encima amarraron escaleras, se amarró el Tino mismo a la palmera, aunque con tanta agua resultaba imposible subir más y sobre todo era peligroso, así que le dije a Tino que no valía la pena tener riesgos por un equipo electrónico.Convenimos que al día siguiente, temprano por la mañana, él intentaría de nuevo subir, ya con luz y sin lluvia.
Mi sorpresa fue al día siguiente llegar al centro de Cuetzalan y encontrarme a Tino y Fernando con el DRON en la mano.
En mi pensamiento ya lo daba por perdido, consolándome con tener la memoria y poder extraer videos y fotos.
Sin embargo, mi acongojamiento pasó a segundo termino al darme cuenta de la clase de gente con valor que tenía frente a mi. Personas con un compromiso indescriptible hacia una causa que no era de ellos, con una calidad humana y sobre todo unas agallas inimaginables, lo cual me dejaba a mi muy apenado y chiquito.
No hice más que agradecerles y platicar con ellos. Preguntarles por su día a día, por sus experiencias en las alturas, con preguntas indiscretas de cuánto ganaban por el “show” de los voladores y el por qué mantener la tradición ancestral viva si económicamente no lo valía, siendo las respuestas genuinamente honestas en relación a que simplemente aman lo que son, lo que hacen.
Por supuesto que les di una buena recompensa. No solamente por el dron, sino por saber que son gente humilde y de campo, buscando un mejor porvenir que además cree en la magia de su tierra, de la mexicanidad, de la honestidad.
El milagro terminó de cerrarse ya en mi casa cuando probé el dron y funcionaba perfectamente.
Fue un fin de semana redondo: naturaleza, cultura, gente sobresaliente y una marca de equipos electrónicos que vale lo que cuesta (DJI).
Imágenes y video
Michel Duhart